21 de septiembre de 2012

TEATRO | "Salomé de chacra" de Mauricio Kartun | El poeta de los cuerpos




Por Cecilia Perna

Cuando algo me gusta tanto, me gusta repetir, y así fue esta vez con la obra de Mauricio Kartun, Salomé de Chacra -flamante ganadora del premio ACE a la Mejor Obra Argentina-. Volví a verla hace un par de viernes para escribir esta reseña. Volví, porque necesitaba dejarme encantar otra vez por ella. Porque la obra es, literalmente, un encanto. Toda hecha de cantos, que envuelven y seducen, música de palabras y el bailecillo de la escena que saca de sí, que hace perder la cabeza. 

Salomé de Chacra es la tercera obra de la serie que, según el mismo autor, conformaría, junto con El niño argentino y Ala de criados, una trilogía involuntaria, el “Tríptico Patronal”. Reversión de la historia bíblica de Salomé y el Bautista pero inmersa en un enrarecido universo gauchesco, en la obra se cruzan los idearios políticos y los afectos ideológicos de la pampa -del campo- de la historia -de la actualidad- argentina. En este suelo, se despliegan y entrepliegan las capas mil que la obra constantemente debate: la pertenencia de clase, los peones amotinados y las oligarquías aristocratizantes frente a los hijos naturales de la burguesía productora y el peón leal con la identidad extraviada; el cuerpo histerizado y panseductor de jovencita ilustrada que nada más desea poseer una cabeza, frente a la voz que es palabra que es cuerpo masculino escamoteado, fuera de escena, vociferante fanático de consignas libertarias remanidas; y la machina, -la de los chacinados, la de los discursos- que no deja de producir, sin registro del accionar de los cuerpos, pero a su costa. La obra debate la convención: la de los géneros teatrales, la del buen decir de una palabra: alto y bajo que se funde en esta trajuedia que, carnavalesca y abarrocada, se hunde y se relanza sobre una escena de barro y sangre, sobre unos cuerpos increíbles que dicen palabras cantadas, que bailan las palabras que cantan, sobre un santuario kitsch que abunda de flores de plástico y colores, de utensilios de trabajo y estatuitas de santos profanos. 

¡Ah! Estaba todo junto ahí: el placer increíble de ese “neobarroco omnívoro” del que hablaba Sarduy, de ese “embarrocamiento neobarroso” que Perlongher imaginaba, chapoteando a la vera del Río de la Plata.

***



Cuando me enfrento, o mejor, me dejo envolver (es difícil pensar que ella está solo frente a mí) por una obra de Mauricio Kartun, se me hace imposible no imaginar su nombre (el de Mauricio, el de la obra) ya ubicado desde el principio en el canon del futuro. Y a la vez, cuando imagino ese canon-kartun, siempre deseo suspender por un momento su anudamiento a una genealogía teatral (que es el nudo obvio, el indiscutible, por otra parte) para atarlo al carro de los poetas. Su claro y declarado trabajo sobre la palabra, sobre la construcción musical en la palabra, ese despampanante despliegue textual de sus obras no me hace dudar ni un poquito sobre su pertenencia a la poesía. Pero en algún sentido esto que digo podría leerse como un retroceso. Alguien podría pensar que estoy queriendo regresarle al teatro ese lugar central del texto que, hace rato, y para el bien de todos, se descentró. No, no, todo lo contrario: lo que me inspira  de una obra de Kartun es sus palabras tejidas: su texto, es texto físico, de acción, texto de músculo de cuerda vocal y aire, y tímpano que vibra, el texto hace la música del más seductor bailecillo para cuerpos que hacen y rehacen siempre texto. Su texto, que es poesía porque es música, (una música de palabras apretujadas) arranca la poesía, como género literario, de la escritura y la saca así de la literatura, que la achata, para ubicarla donde realmente pertenece: lo profundo de los cuerpos. 

"Salomé de chacra" de Mauricio Kartun. Con Stella Galazzi, Osqui Guzmán, Lorena Vega, Manuel Vicente. Vestuario: Gabriela A. Fernández. Escenografía: Norberto Laino. Iluminación: Alejandro Le Roux. Diseño sonoro: Tian Brass. Asistencia artística: Lorena Ballestrero, Gabriela A. Fernández. Supervisión coreográfica: Luciana Acuña. Viernes 21 hs. Sábado y domingo, 20 hs. Teatro del Pueblo, Roque sáenz Peña 943. Entrada: $70 /$40.

No hay comentarios: