5 de junio de 2013

TEATRO | "Los días felices" dirigida por Lamberto Arévalo | Con la tierra al cuello



Por Lía Noguera

“Cuando se vive el fin de una civilización (tal como la viven o creen que la viven, Beckett y Bacon), la última confrontación brutal no se produce contra una sociedad, contra un Estado, contra una política, sino contra la materialidad fisiológica del hombre”, dice la cita de Milan Kundera que figura en el programa de mano de Los días felices, la puesta de Lamberto Arévalo, protagonizada por Roxana Berco y Eduardo Florio. En este clásico del teatro beckettiano, una mujer cuenta una historia, unas historias, muchas historias. Pero si su voz se presenta como liberadora, su contraparte es su cuerpo enterrado, que a medida que avancen los actos, quedará más cubierto, mas sepultado, más sujetado. 

Es sabido que en Samuel Beckett existe una fascinación por las frases muertas del lenguaje cotidiano que inserta dentro de sus relatos, provocando así, historias cada vez más pobres y monótonas y, sobre todo, más desintegradas. Él destruye la morada del hombre, que según Heidegger es el lenguaje, y es a causa de esta destrucción por la cual la mayoría de los personajes beckettianos se encuentran a la intemperie: como los vagabundos de Esperando a Godot, como la mujer de Los días felices. A raíz de ello, éstos no poseen dominio sobre su materialidad física, tropiezan, caen, avanzan, retroceden volviendo siempre al lugar inicial o quedan en la profundidad de la tierra. Son cuerpos inmóviles e inmotivados porque responden a una fragmentación que no pueden subsanar. Asimismo, sus relatos logran trasladar la desesperanza y la soledad del hombre para producir el sentimiento inigualable de la “intrascendencia” absoluta, porque la apertura hacia un futuro y la posibilidad del Ser se fracciona en el momento que el hombre descubre su mutismo que lo separa de manera irresoluble de todo aquello que antes le pertenecía: la creencia en Dios, en la sociedad y sus instituciones, la ciencia, la tecnología e incluso el lenguaje. 

En la puesta de Arévalo, la actualización del discurso beckettiano se manifiesta como una lectura de un presente político en crisis y es a partir de un trabajo preciso por parte de la actriz Roxana Berco que la obra, a pesar de lo paradójico que resulte esta afirmación con relación a Beckett, cobra dinamismo y eficacia. La profundidad del espacio escenográfico, el artilugio entre cuerpo presente y palabra dislocada, se crea en un lugar en el cual la abundancia de objetos remite al mismo sin sentido de la palabra que se enuncia. Así, la escenografía -excelentemente realizada por Marcelo Valiente- consolida un espacio opresivo propio del universo que busca mostrar el texto: una mujer que se hunde, una mujer prisionera de una tierra que ya no le es propia y que ya no lucha por conservar un cuerpo, el suyo. 

“Los días felices” de Samuel Beckett. Traducción: Mariano Fiszman.  Dirección: Lamberto Arévalo. Intérpretes: Roxana Berco, Eduardo Florio. Vestuario: Silvia Zavaglia. Escenografía: Marcelo Valiente. Iluminación: Lamberto Arévalo.Sábados, 21 horas. Sportivo Teatral, Thames 1426. Entradas: $80. 

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